Pica por la soberanía

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Por Karen Alejandra Torres


En algún extremo de la urbe bogotana y soachuna renacen todos los días ideas propositivas que brotan desde los humedales, montañas, páramos o cuerpos de agua que circundan nuestros territorios.

Esta vez el Humedal La Tingua Azul ubicado en el barrio Timiza de la localidad de Kennedy y El Rio Tunjelo, fueron el escenario propicio para dar cuenta de que la importancia por reivindicar los territorios va mucho más allá de la disputa por la tierra y de la coyuntura que nos globaliza. 

Con la intención de abordar estos contextos, nace Movimiento Periferia, un frente solidario y Antifascista que surge a partir de la crisis generada por la contingencia sanitaria. Ellos son un parche de licenciados de ciencias sociales de la Universidad La Gran Colombia y habitantes de la Periferia que gracias a sus voluntades masificaron la capacidad de autogestión y organización realizaron donaciones de mercados y elementos de primera necesidad para afrontar la pandemia para familias de los Sures de Bogotá y Soacha, cuya esperanza puesta en su trapo rojo nunca desvaneció.

Aquí en la periferia, donde el confinamiento no da espera, germina todo el tiempo lo comunal, vínculos poderosos que subyacen de la ayuda mutua y  que entrelazan un tejido de colectividades que visibiliza la necesidad de dar una mano a todas aquellas poblaciones despojadas, situadas en circunstancias opresivas y en escenarios de violencias sistemáticas. 

Por ello, como expresa Nicolas Tapia, la cuestión con esta propuesta es reconfigurar lo público de manera orgánica, traer eso que por mucho tiempo se ha denominado como “lugares alejados” para darles otro sentido y conectarlos con la tierra. 

Allí, donde la vida se construye desde el cuidado por los entornos, también se combate en la precarización y regulación del espacio. Los derechos fundamentales prácticamente son sepultados y la lucha popular es camuflada por aquellos edificios ladrilludos y “elefantes blancos” que evidencian el olvido estatal; algo así como residuos de maquinarias pesadas que nublan realidades de la pandemia en la Periferia.  

De unos meses para acá, para muchos de los que hacen parte del Movimiento Periferia, la pica, el azadón y el rastrillo se fueron convirtiendo en instrumentos cotidianos de aprendizaje y en herramientas para interactuar con la tierra, y meterle ganas a la creación y cuidado de huertas urbanas.

Es así como cada domingo cerca de 15 personas se reúnen para continuar hilando territorios, repensándose los modelos de producción y consumo en el que este sistema desigual tiene a la sociedad apunta del abismo.

El impacto social y político les ha permitido cubrir necesidades a corto plazo en lugares como El Codito, Usme, Ciudad Bolívar, Timiza y Soacha y adelantar acciones relacionadas con soberanía alimentaria. 

Tanto así que, su identidad como colectivo empezó a entender que la ayuda mutua no es sinónimo de asistencialismo y mucho menos de recaer en lógicas de caridad estatal, sino  la necesidad de solidarizarse con el pueblo parte de un sentido de fraternidad e igualdad. Por ello, para solidificar sus procesos extendieron su intención política a acciones diversas priorizadas cómo la creación de contenidos académicos para niñas y niños desescolarizados.

Cómo muchos de ellos no contaban con los medios para acceder a estos recursos didácticos, el Movimiento le apostó, junto con otras organizaciones, a la creación de una biblioteca comunitaria en el barrio Santo Domingo, para gestar espacios de aprendizaje que alejen el conflicto armado y la criminalización de las juventudes, de estas realidades.

Movimiento Periferia también pensó en los perros y gatos abandonados de Ciudad Bolívar que muchas veces corren el riesgo de ser maltratados y abandonados y gestionó comedores comunitarios para ellos. Y, por si fuera poco, tienen una línea de trabajo con la comunidad indígena Emberá que ha resultado interesante desde el punto de vista interseccional, pues el tema de derechos humanos partiendo de la educación popular ha sido uno de los ejes más significativos que definen el apoyo mutuo.

La difusión gráfica a través de diferentes herramientas del arte urbano como el stencil, graffiti y la fotografía actúan siendo contenedores de comunicación y resistencia, pues reivindican el ejercicio práctico de sus líneas de acción, entre otras cosas porque para el Movimiento Periferia la recuperación del espacio público dignifica la idea misma de territorialidad para un pueblo soberano. 

La experiencia con la Huerta del Humedal La Tingua Azul, apenas está empezando. “Esto ha sido una lucha constante contra el miedo, el cuidado dentro del colectivo, los lazos de apoyo entre los vecinos y la comunidad, nosotros nos cuidamos saliendo y midiendo el agua hasta donde se hunda”, afirma  Nicolás Tapia integrante del Movimiento.  Pero esto les ha permitido sembrar mejores condiciones de vida por estos tiempos, tanto así que habitantes de las diferentes localidades donde tienen procesos, se inquietan por lo que hacen y terminan uniéndose al parche. 

Para Camilo Castro, otro integrante de Movimiento Periferia “la soberanía alimentaria es el derecho a la tierra y por eso desde el movimiento hemos estado apropiándonos de ciertos territorios para trabajar la tierra.  Por ejemplo, en la huerta en Santo Domingo y en Timiza, para lograr que la población aledaña al área de influencia directa se apropie de sus territorios porque en realidad no son nuestros, nosotros solamente vamos a darle la patadita a la población que habita este territorio.

El aguapanelazo al igual que la minga convergen como una unidad de reunión solidaria entre diferentes colectivos que se han ido juntando a este proyecto, organizaciones interesadas por compartir desde la cooperatividad a través de escuelas futbol, artes circenses, escuelas de educación popular, pero sobre todo desde la voluntad de resistir, apropiar al pueblo y centralizar la soberanía alimentaria. 

Una soberanía entendida “desde la libertad de organizarse uno mismo en su territorio, que se pueda comer de la tierra, que se puedan generar trueques, nosotros no necesitamos al Estado para comer, para pensar, para desarrollarnos como sujetos en sociedad, eso es lo que nos venden siempre, si el Estado no está nos vamos a morir y estamos a la deriva y eso no es así, cuando nosotros tenemos las herramientas para transformar” así lo afirma Nicolas. 

El generar relaciones horizontales dentro del colectivo y fuera de él, establece la posibilidad de dar pequeños saltos hacia la soberanía en términos de autonomía y coproducción de conocimientos poder decidir lo que quieren consumir, como y quien lo produce, es un tema que además de involucrar el bienestar comunal y sostenibilidad económica, implica hablar de justicia social. La iniciativa está abierta a todo aquel que quiera sumarse y solidarizarse con este ideal en común. Sumercé también lo puede hacer.

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