Obras que duelen

0
815

La periodista cultural Dominique Rodríguez hizo un recuento de 9 obras de arte que han puesto a reflexionar al país sobre el conflicto armado.


Por Dominique Rodriguez Dalvard
Periodista cultural

Estas obras de artistas colombianos me conmueven especialmente por la profundidad que logran alcanzar, recordándonos el país en el que vivimos. Por supuesto que son bofetadas y nos remueven. Incomodan. Pero el arte debe modificar en algo nuestra experiencia cotidiana y éstas lo hacen. 

A continuación, una pequeña muestra de la potencia de nuestros artistas: 

1. En medio de una apacible visita al río Amazonas, una ráfaga de metralla

Río, de Alberto Baraya, 2004

El artista nos señala cómo la violencia se impone en los lugares más recónditos, transgrediendo el orden de las cosas. Interesado por el lugar de la naturaleza, Baraya presenta cómo el hombre la atropella permanentemente. 


2. Decenas de racimos de plátano en vía de putrefacción cuelgan del techo. Las minipantallas que los acompañan proyectan imágenes de masacres. El aire pesado, nauseabundo, es puro halo de muerte.
Musa Paradisíaca, de José Alejandro Restrepo, 1996

La sala de exposiciones era impresionante. Con el paso de los días se iban pudriendo los bananos –musa paradisíaca es su nombre científico–, lo que nos recuerda que en los campos donde crecen por miles han sucedido algunas de las masacres más crueles de nuestra historia. 


3. Sobre un cementerio de mesas silenciosas, casi solemnes, un brote. Es la vida la que se manifiesta.
Plegaria muda, de Doris Salcedo, 2014

Las mesas están puestas una encima de la otra. Son muchas y se siente un poco el ahogo. Hasta que este desaparece y ese silencio se torna apacible. Sobre ellas, cubiertas de tierra, nacen pastitos que nos recuerdan que la vida continúa a pesar de que a algunos se la arrebataron. Es el ciclo de la vida.


4. Unas cajas de cartón decoradas en papel de regalo estrellado, tan cándidas como perversas, aluden al ‘pago’ por los dineros calientes de una campaña presidencial. 

Cajas fucsia, de Juan Fernando Herrán, 1998-2008

Se ven inocentes. Pero no lo son. Recuerdan a esos dineros ilegales que ayudaron a financiar la campaña presidencial de Ernesto Samper y que mancharon su nombre a pesar de que siempre se dijera que “fue a sus espaldas”. La historia está ahí, y el arte también, como testigo de los actos de los hombres. 

Foto tomada de: https://revistacodigo.com/arte/heroes-martires-juan-fernando-herran-museo-amparo/

5. Los rostros de una decena de mujeres golpeadas, dignas y ya sin miedo, que se cuelan entre los retratos celebratorios de los prohombres de esta nación. 

El Ángel en la casa Re-tratos, de Libia Posada, 2007

En medio de las salas del Museo Nacional de Colombia, entre los retratos de bigotudos que detentaron el poder por siglos, una serie de mujeres nos miran a los ojos, desafiantes. Tienen moretones que les reconstruyeron médicos forenses tras el relato de maltrato que sufrieron. Permiten introducir en el relato de nuestra nación esa violencia de género que ha existido desde siempre. 


6. La presencia de los desaparecidos que surgen, de repente, por nuestro aliento.

Aliento, de Óscar Muñoz, 1996-2002

Es un pequeño círculo opaco en el que alcanzamos a reflejarnos. Si soplamos encima suyo aparece una imagen. Cuando preguntamos de quién se trata se nos cuenta que es un desaparecido de la guerra de nuestro país. Lo increíble de la acción es que para traerlo a nosotros de vuelta, por un instante, debemos entregarle todo nuestro aliento, nuestra vida. 


7. O el llanto de muerte, el treno, mientras la corriente del río Cauca pasa veloz. 

Treno, de Clemencia Echeverri, 2007 

Proyectado en la inmensa sala de una galería, este río inquietante parecía devorarnos con su caudal miedoso. El sonido lo es. Hasta que en medio de esa hipnosis que producía quedarse mirándolo, suena una melodía triste y nos enteramos que es un treno, ese lamento que parece gritarnos desde dentro de sus aguas, que allí yacen muchos cuerpos. 

Foto tomada de: https://artishockrevista.com/2019/08/21/clemencia-echeverri-el-rio-y-la-muerte/

8. Dos hombres cargan a su muerto en medio de la oscuridad de la noche. 

Cargueros, de Beatriz González, 2006-2018

La artista dejó de reír el 6 de noviembre de 1985, con la toma del Palacio de Justicia, desde allí Beatriz González llora por el país. Y dibuja y pinta su tragedia. Los cargueros son personajes que la obsesionan, por esa voluntad de no dejar atrás, en el olvido, el cuerpo de ese familiar, conocido o desconocido, acabado por la violencia. El cuerpo como símbolo, para enterrar y así, descansar.  


9. La imposibilidad de ver, el encierro, la sinsalida

De la serie Tejidos. Cabeza tejida, de Luz Ángela Lizarazo, 2006

Apenas vi estas cabezas de pelo, totalmente cubiertas de pelo, nunca pude volver a ver de la misma manera a Luz Ángela Lizarazo. Por su potencia, esa violencia contenida en tan precioso objeto, esos pelos tejidos y trenzados, que no eran otra cosa que una jaula dorada de donde se hace imposible escapar.  

Foto tomada de: https://www.las2orillas.co/una-linea-en-hilo-y-la-filigrana-de-la-condicion-humana/

DEJAR RESPUESTA

Por favor ingresa un comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí