La inocencia del líder

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Este es un recorrido por el día a día de una reportera del Colectivo de Comunicaciones de la Fundación Tiempo de Juego, una iniciativa de jóvenes de Soacha que por medio de nuevas narrativas quieren reescribir la historia de su territorio. 

El lunes 25 de febrero de 2019, la reportera de este portal, Laura Díaz, estuvo puntual a las 9:00 de la mañana en la cárcel Modelo de Bogotá. La actriz Johana Bahamón, quien ese día inauguraba una agencia de publicidad con los internos, enmarcada como uno de los proyectos de su Fundación, la había autorizado para que cubriera el evento. 

Laura se sentía nerviosa. Mientras hacía la fila y pasaba por los procedimientos de requisa, pensaba en las denuncias que investigó en internet sobre torturas, abusos y hacinamiento en este centro penitenciario. Pero no podía perder el foco. El objetivo de la nota era escribir sobre las posibilidades que brinda el arte para la resocialización de los internos. 

Desde hace unos meses, Laura y varios jóvenes de Soacha decidieron reescribir la historia de su territorio. Y gracias a las clases de periodismo que reciben cada semana en el Colectivo de Comunicaciones de la Fundación Tiempo de Juego, comenzaron a aprender técnicas de investigación, producción audiovisual, fotografía y escritura. En muchas ocasiones, estas clases son dictadas por reconocidos periodistas, quienes se animan a ver el país desde otro ángulo. Desde la puerta trasera, dirían muchos. 

Hacer un reportaje en la cárcel fue uno de los propósitos de Laura desde que comenzó a estudiar Comunicación Social en la Universidad Uniminuto de Soacha, hace tres semestres. Ahora, para este portal, podía lograrlo. Su principal inquietud siempre fueron los inocentes. Quizás, porque nunca olvidará cuando confundieron a su padre con un prófugo de la justicia y estuvo todo el día con su familia en una comisaría aclarando la situación.

Todo transcurrió con calma aquella mañana. Laura trataba de descifrar inocencia entre las miradas de aquellos que ahora buscaban una segunda oportunidad en la publicidad. Sin embargo, el recuerdo más significativo de aquella visita es haberse visto a sí misma cargando su cámara Canon Eos 77 D en medio de periodistas de Semana, El Tiempo y El Espectador. “¿A qué hora me convertí en esto?”, se preguntó. “¿A qué hora comencé a cumplir mi sueño?”.

“La carrera lo busca a uno”

El suyo no era un sueño de la infancia. En realidad, como a muchos nos pasa, Laura no tenía claro qué quería hacer con su vida. Por eso, en momentos de confusión, siempre recordaba a la maestra Adriana Cubillos, su directora de curso desde séptimo grado, quien un día le dijo: “Uno no busca la carrera, la carrera lo busca a uno”. 

En 2015, simplemente para aprovechar su tiempo libre, se matriculó en el Colectivo de Comunicaciones de la Fundación Tiempo de Juego y, sin darse cuenta, empezó a “laurear” su destino. Esta joven de diecinueve años, que tiene el pelo con un estilo diferente cada semana, se dejó buscar por su carrera. Estar tomando fotos en la cárcel al lado de grandes periodistas no era gratuito. Tampoco era cuestión de suerte. Aunque a ratos lo olvide o piense que es lo natural, era fruto de su arduo trabajo. 

Ese lunes tuvo que pedir permiso en la Fundación Tiempo de Juego para faltar al comité en el que se definen las actividades de la semana y, de paso, sus responsabilidades. Por su liderazgo, Laura pasó de participante del taller a trabajar como gestora comunitaria. Por eso ahora colabora con la estrategia de comunicaciones de la Fundación y es orientadora de niños y jóvenes que también sueñan con ser periodistas. 

Quizás, en ese momento, mientras se miraba a sí misma entre cámaras y reclusos, no estaba pensando en que, además, cuando llegara a su casa en San Mateo, Soacha, y se sentara en el comedor que les regaló a sus papás con su primer salario, tendría que ponerse al día con las labores del trabajo, descargar material y terminar las tareas para las clases nocturnas en su universidad. 

Es posible que Laura prefiera pensar que hacerle el quite a las trampas del destino que la querían llevar por un mal camino, en un territorio complejo como en el que creció, no se deba a su fuerza de voluntad -de la que se ufana con humor- sino a los valores que aprendió en casa.

Y puede que sea cierto. Puede que en parte sea gracias a sus padres, Don Luis Fernando y doña Marta, que Laura, inspirada por aquella mañana en la cárcel Modelo, haya decidido crear un taller de periodismo en centros para niñas que están privadas de la libertad. Proyecto que hoy es una realidad. Quizás, no se ha dado cuenta de que los sueños los construye uno mismo con los esfuerzos y sacrificios que hace día a día.

Lo que ni ella ni nadie podrían negar es que se ha convertido en un ejemplo para muchos otros jóvenes que quieren pensar que sí se puede, que las oportunidades existen y que cada cual decide si las aprovecha. Jóvenes que por medio de este colectivo ahora ven y narran su barrio de una forma positiva. 

Pero también, y de eso no hay duda, en palabras de su colega y amigo inseparable Cristian Rojas, Laura Díaz es capaz de cualquier cosa si eso tiene que ver con ayudar a los demás. 

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