Un lugar en el mundo

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Con este taller jóvenes de las zonas cafeteras adquirieron conocimientos en radio, de la mano de los mejores y más reconocidos profesores en el medio. Desde el Huila hasta el Tolima, cada uno de los participantes demostró su talento y cariño por sus ancestros y la ruralidad, y sus esfuerzos por prevenir el trabajo infantil en el campo.

“Contar nuestra historia nos mantiene vivos, realmente vivos. No solamente porque nos mantiene en la memoria de la gente, sino porque le da sentido a la vida. Una voz es un lugar en el mundo. Es importante recordar siempre que cuando uno descubre su propia voz descubre que tiene ese lugar en el planeta” (Santiago Rivas).

Con esta frase Santiago Rivas, artista y presentador cultural de Colombia, clausuró el Taller de comunicaciones que el proyecto Colombia Avanza, operado por  la ONG Partners of the Americas[1], llevó a cabo en alianza con productora Labzuca para  jóvenes pertenecientes a la Cooperativa Departamental de Caficultores del Huila (Cadefihuila), la Cooperativa de Caficultores del Sur del Tolima (Cafisur) y los nodos juveniles de Pitalito y de Chaparral de la Red de Jóvenes Rurales de Colombia. Santiago, invitado especial a un Live de clausura, quería hacerles saber a todas las personas que asistieron a las sesiones del taller que, después de encontrar esa voz, queda una responsabilidad: la de transmitir lo aprendido, la de seguir confiando en que la comunicación tiene un impacto y, sobre todo, la de tener siempre presente que una voz es también el eco de lo social, de lo colectivo, de lo plural. De ahí su deber con los otros.

Durante catorce sesiones los jóvenes participantes, quienes residen en los  departamentos de Tolima y Huila, aprendieron sobre periodismo radial con algunos de los más reconocidos profesores y profesionales del medio. Sin embargo, lo más importante fue que participaron de forma activa y constante con sus propios saberes y amor al campo en cada encuentro, pues el conocimiento, entendido como una conversación, va siempre en doble vía: profesores y estudiantes aprenden con igual intensidad, “encuentran su lugar en el mundo”, en términos de Santiago.

De hecho, el profesor William Bustos, experto en cultura radial, quedó gratamente sorprendido al escuchar por primera vez las cuatro cuñas que salieron de los talleres y que se presentaron al público en el Live. William, quien trabajó con los jóvenes en la tercera y cuarta sesión del taller reconoció en ellos la capacidad de crear productos sonoros salidos del molde y conscientes de sus propios contextos. Cada cuña fue un homenaje al campo, a la experiencia y al legado de los caficultores, pero también a la tecnificación y a su propio deseo de mejorar las condiciones de vida de quienes trabajan la tierra.

Todos estos mensajes estuvieron alineados, a su vez, con el trabajo que el Proyecto Colombia Avanza ha venido realizando en el país. La meta es que el campo esté libre de trabajo infantil y que ningún niño tenga que abandonar la escuela por realizar alguna función que no le permita su desarrollo personal y social. En este mensaje, profundo y transformador de la ruralidad, se basaron los asistentes del taller para aprender, en la teoría y en la práctica, cómo comunicar el campo, liderar procesos en sus propios territorios y formarse en habilidades narrativas y técnicas para construir nuevas miradas.

Es decir, para empezar a contar otra historia, una historia que le da paso a los jóvenes rurales que aman su territorio, que están listos para ser agentes de cambio y construir una nueva realidad, una realidad en la que ellos, como nueva generación, serán los futuros empresarios del campo, y una generación que comprende la importancia de proteger la niñez y la adolescencia.

Después del taller realizado, los jóvenes de cada una de las organizaciones que participaron de los talleres ahora reconocen en la recolección del café una tradición familiar; reconocen la diferencia entre participar de la actividad cafetera de manera voluntaria a través de la transferencia de conocimiento de sus padres, de su legado; lo reconocen como la preservación de la cultura y de la memoria de sus ancestros. Comprendieron que esto es diferente a trabajo infantil, que ningún niño, niña o adolescente, tiene por qué estar desescolarizado, ni afectar su salud ni su integridad; aprendieron que la niñez es lo más valioso que tenemos como país.

Justamente si algo dejaron estas sesiones del taller es el amor a la “madre”, al territorio, de estos jóvenes. Desde sus organizaciones, los jóvenes de Cadefihuila, Cafisur y de los nodos juveniles de Pitalito y de Chaparral de la Red de Jóvenes Rurales de Colombia comprometieron a seguir trabajando por el campo, a luchar por él y por sus propios desarrollos, pero también a impactar positivamente el presente de sus propios contextos, a abogar –desde la comunicación y los medios comunitarios y locales– por la protección de los niños, niñas y de sus contemporáneos.

Así lo dejaron ver en el evento de cierre Mayerli Vargas, Jonier Reinoso, Luz Samboní y Yerley Torres, cuatro de los participantes más destacados del taller. A la pregunta del profesor William: “¿Qué aprendizajes les dejaron estos talleres?”, los cuatro respondieron sin dudar: “el trabajo en equipo, el respeto por nuestras tradiciones, el amor al campo y el valor de la comunicación”.

Pero Yerley agregó una idea más. Para él, lo más valioso de estos talleres fue encontrar en sí mismo y en sus compañeros, talentos ocultos, capacidades en ellos que ni sabían que tenían. En sus propias palabras: “Perder el temor, el miedo a comunicarse y descubrir en cada uno el don que tiene, fue muy significativo. Por ejemplo, haciendo la cuña nos dimos cuenta de un chico con un talento impresionante para actuar. Entonces, eso fue muy bonito, porque vimos el don de cada uno, su talento interior”, dijo.

Así, entonces, para Yerley el taller les permitió a los jóvenes ver que también en el campo se pueden hacer otras actividades, nacidas de ellos y para ellos: teatro, música, radionovelas, microempresas, etcétera. Con esto, Yerley quería insistir en que en el campo se pueden tener espacios de encuentro, de creatividad, de emprendimiento y transformación, y que “los jóvenes no deben ir a buscar en las ciudades lo que nosotros mismos podemos hacer acá”. Es más, muchos de esos eventos de los que habló Yerley ya se están creando, como el Festival de Rock de Chaparral, Tolima, creado por jóvenes que trabajan en la ruralidad, o la primera Biblioteca Indígena del país construida por jóvenes indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta y del Putumayo, entre muchos otros. El campo tiene voz y tiene historia, tiene un presente en los jóvenes.

***

Este recorrido –corto pero muy gratificante– empezó entonces con Santiago Rivas y Cristina Plazas, quienes hablaron de la comunicación, su responsabilidad y alcance. Continuó con el profesor William, quien los introdujo a la radio y siguió con el equipo de Labzuca y con Camilo Lucena, experto en la producción de cuñas radiales, quienes afinaron todas las ideas que los participantes traían y trabajaron con cada grupo en sus propuestas. Y terminó como empezó, con Santiago, sí; pero, en especial, con ellos: con esos jóvenes que se le midieron a hacer y ser el cambio, a prepararse.

El Taller de comunicaciones de Colombia Avanza dejó una semilla, pero, en adelante, está todo por hacer. Santiago así se los hizo saber: “Este es un aprendizaje que no termina, que no va a terminar. Pero en el que vale la pena embarcarse. Porque la comunicación es la gran empresa humana”, les dijo. Y aunque este fue solo el primer paso, ese, justamente, suele ser el más difícil y los jóvenes caficultores de Tolima y del Huila ya se decidieron a darlo.

“Cuando uno encuentra que tiene una voz y un lugar en el mundo, tiene la responsabilidad de darla a conocer”. Y con esta frase se cerraron cinco semanas de trabajo intenso y dedicado. Las cuatro cuñas radiales son el resultado de voces que ya no dejarán de hablar.


[1] La financiación de este Proyecto proviene del Departamento de Trabajo de los Estados Unidos (USDOL) bajo el acuerdo cooperativo número IL-31475-17-75-K. El 100% por ciento del costo total del proyecto es financiado con fondos federales con un monto total de US$2 millones.


A continuación escuche las cuñas:




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