Juan Fernando Cuadros

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25 años
Desde la cárcel Bellavista de Medellín

El 28 de julio de 2014, en una carretera a tan solo 45 minutos de Medellín, sucedió uno de los hechos más violentos en toda la historia del fenómeno de barras bravas en Latinoamérica. Juan Fernando Cuadros, integrante de la barra Rexixtenxia Norte, del D.I.M., fue condenado a 35 años de cárcel por lo que sucedió esa noche, pero él ni siquiera estuvo ahí. Desde su celda, nos cuenta cómo sobrevive a esta injusticia y cómo vive el encierro en medio del encierro.

DÍA 1

La contada no es la misma desde los días posteriores a los disturbios presentados el sábado pasado en diferentes cárceles del país. Ahora abren a las 7:00 am, antes las abrían a las 5:00 am.

Después de la rutinaria contada nos reparten el desayuno: pan y huevo duro. Y el día no transcurre con la tranquilidad de siempre porque genera zozobra el rumor de un posible decreto presidencial que permitiría la salida en domiciliaria o libertad condicional a cierto tipo de la población carcelaria. En mi caso, solo espero que la Corte Suprema me rebaje 13 o 14 años de los 35 que me dice mi condena a pesar de ser inocente. Después, hacia las casi 11 de la mañana, llega el almuerzo que muchos quieren recibir primero y hacen la fila desbocadamente. Yo espero. 

Por lo demás, hoy domingo, mis lugares favoritos son mi celda y mi plancha donde leo a Sherlock Holmes y de vez en cuando salgo a tomar un tinto y a charlar con mis compañeros mientras llegan las 5 de la tarde y nos encierran de nuevo.

DÍA 2

Suenan las llaves. Las rejas se abren en su nuevo -quizás temporal- horario. Comienza un lunes atípico porque el tiempo de ubicación son las visitas los fines de semana y sin éstas el reloj y el calendario corren sin sentido para los miles de internos que desubicados que preguntan ¿qué día es hoy? 

La contada del día concuerda con el cálculo de los guardianes. “Nadie se voló anoche”. Mientras tanto los internos realizan la fila para reclamar un pan duro con huevo cocido y un tinto frío. Otros internos nos preparamos para dedicarnos a nuestras actividades de reducción de pena y así comenzar un día más que en la subjetividad es un día menos. El almuerzo, que para muchos se convierte en una tortura debido a la constante cantidad de pollo, para mi es indiferente porque por lo menos no es la carne chicluda y dura del menú de otros días. En la tarde, otra vez vuelvo a las aventuras de Sherlock Holmes que alivian un poco mi mente y curan mi alma.

DÍA 3

Arranca un nuevo mes y esto trae rotaciones en el personal de vigilancia. Las rejas se abren un poco más tarde y se respira tranquilidad en el ambiente, aunque lastimosamente en mi ser no sucede lo mismo. Hoy, precisamente hace ventipico años, mi madre me daba a luz con la ilusión de ver nacer a su primer hijo y realizar miles de sueños y proyectos que después se verían frustrados por la ineficacia de la justicia colombiana. Hoy, tengo que admitirlo, es una celebración cargada de sentimientos negativos, de odio, rencor y tristeza aunque de dientes para afuera se refleje una sonrisa y aparezca una de las frases célebres aprendidas en mis 5 años de prisión: “aunque el payaso esté siempre sonriendo, no significa que esté feliz”.

Me dispongo a pasar al desayuno, un suculento menú de pan duro y huevo frío, siempre agradeciendo a Dios que tenemos qué comer. El día comienza frío y solo iluminado por esos escasos rayos de sol transitorios. Arranco mis labores diarias con los mensajes de cumpleaños que llegan de mis compañeros, mi novia, mis amigos y mis familiares que por un lado me brindan alegría y por otro una inflamación en el colon que me hace pasar mucho tiempo en el baño. Probar sorbos de la sopa y el arroz que traía el almuerzo, junto con carne de cerdo y jugo, fue casi una hazaña. 

La tarde la pasé con el efecto tranquilizante de dos pastillas otorgadas por el médico, mi cólico frena considerablemente y puedo pasar un rato en armonía con los míos, lo que a su vez me deja sumergido en un mar de pensamientos negativos: “nunca saldré de acá” y rencor con las personas que me hicieron esto. Y sin embargo, en medio de este encierro en medio del encierro que vive el mundo, también tengo esperanzas de que para todos, esto algún día termine.


Lee el artículo de Andrés Wiesner sobre Juan Fernando en la Revista Don Juan. 

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