Antes de tiempo

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Por Ricardo Silva Romero

Título original: Antes de tiempo. Año de estreno: 2018.
Dirección: Simón Hernández y Andrés Wiesner. Duración: 43 minutos.

Es un extraño final feliz, el de Antes de tiempo, porque es un final abierto, un final como unos puntos suspensivos. Siempre me han dolido más de la cuenta las despedidas de las películas –hasta el punto de que hace unos años me senté a hablar con una terapista para entender por qué–, pero esta vez me costó tragarme las lágrimas ante el emocionante reencuentro con el que termina el documental. Se trata de un trabajo admirable, doloroso, esperanzado entre el horror, que, luego de una investigación de un poco más de una década, ha conseguido rescatarles tanto la forma como la belleza a un par de historias de las calles de Altos de Cazucá (Soacha). Y el final que les digo, estremecedor por decir lo menos, es el final de una plegaria: “Ojalá que estas dos vidas no sean dos tragedias más…”.

Los guionistas de los dramas que vemos en todas partes –digo: los guionistas profesionales– suelen hacerse una primera pregunta antes de sentarse a escribir una película: ¿de quién es esta historia?, ¿qué personaje va a soportar, para bien o para mal, los tres actos del relato?, ¿qué personaje va a encarar los giros y los reveses y las condenas de la vida? No es exactamente igual en los documentales: en los documentales no suele ponerse en escena lo que se escribió tal como se escribió, sino que, sobre la base de un plan, de un boceto, se va descubriendo una historia irrepetible en medio del ruido. Si un documental emprende la tarea de contar una vida que hasta ahora está tomando cara, como pasa con Antes de tiempo, es porque se está celebrando una suerte o se está buscando conjurar un mal destino.   

Antes de tiempo sigue secuencia tras secuencia a un par de menores de edad, con contención y con compasión y con respeto, mientras los dos tratan de sobrevivir a las mil y una trampas de Altos de Cazucá. Alison, hija de una familia signada por el embarazo adolescente, ha encontrado en el atletismo –en la escuela de la fundación Tiempo de juego– un propósito, una ruta: su bello retrato, el de una deportista disciplinada que ha conseguido conservar algo de su infancia y ha asumido en cuerpo y alma la tarea de redimir a su familia, es el de una vida ejemplar contra todos los pronósticos y las estadísticas. Dilan, hijo de una familia de vendedoras de dulces y de bazuco, hace lo mejor que puede para escapar de la criminalidad: “Yo sé que puedo”, se dice.

No es nada, nada fácil. No todo el mundo logra una vida libre de violencia en las calles de Altos de Cazucá. Sólo unos cuantos afortunados alcanzan el derecho a la nostalgia o a las conjeturas en esas lomas varadas en el presente. Y, sin embargo, como Dilan lo sabe, como Dilan está dispuesto a pronunciar en voz alta las peores noticias que ha recibido, puede que en su caso sea cierto aquello de seguir adelante. Quién sabe qué pase. Ojalá sea así. Antes de tiempo describe su vida cuadro por cuadro –los días de angustia porque su mamá salía a robar en las noches, las tardes amargas en la correccional, el reencuentro feliz del que hablo– para devolverle toda su humanidad, para probarle al espectador, por si todavía no lo tenía claro, que hay personas que viven mejor en la cárcel que en la calle.

Hay imágenes bellas desde el principio hasta el final de Antes de tiempo: planos del barrio, de las casas, de las caras de los protagonistas. No es porque los directores pretendan embellecer un par de historias llenas de angustias, de desolaciones, sino porque tienen clara esa belleza: esa belleza es verdad. No hay un solo segundo ni un solo cuadro de miserabilismo en el documental. Hay empatía. Hay sabiduría narrativa. Se nos muestra apenas lo que tenemos que ver. Se nos cuenta apenas lo suficiente para que entendamos las dimensiones de los triunfos y de las derrotas. Las cámaras no invaden el territorio de nadie ni se regodean en las escenas más dolorosas. En cambio, se fijan en estas personas con el cuidado necesario, con el amor necesario, para que sea evidente que podrían vivir –y que se merecerían– vidas mejores.

Siempre se me han aguado los ojos, en el mejor de los casos, en las reivindicaciones y en las despedidas de las películas: reto, a quien tenga la fortuna de ver Antes de tiempo, a que no se desbarate cuando tenga enfrente el reencuentro que les digo. Es un alivio sin lugar a dudas. Pero también es una incertidumbre.

No te lo pierdas:

El próximo Domingo 19 de Abril, a las 4:00 pm, te invitamos a ver el documental Antes de Tiempo, que será proyectado en línea a través del siguiente link: https://www.youtube.com/watch?v=A-DipghpXIk&feature=youtu.be 

A las 5:00 pm, después del documental, tendrá lugar un conversatorio entre Andrés Wiesner, director del documental, y el escritor y crítico de cine Ricardo Silva, a través de la cuenta oficial de Instagram de la Fundación Tiempo de Juego (@tiempodejuego). Para participar sólo debes conectarte a los diferentes enlaces en la hora mencionada.

Ver el trailer:

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