sábado, mayo 18, 2024
- CUANDO EL JOVEN ES EL "MAYOR" Y EL ESTADO ES EL "MENOR" -

Si niños, adolescentes y jóvenes salen de la exclusión y viven su ciudadanía con titularidad de derechos y capacidad de hacerlos realidad, cambiarán la relación con el riesgo y las trayectorias de vida.

Decía Sartre, “la juventud es un lujo de clase”. El paso de la niñez a la edad adulta, sin moratoria, es la constante en sectores de la población que desde muy temprano se ven forzados a producir, en un entorno sin oportunidades. Se trata de sobrevivir en medio de la desigualdad, pues los recursos que ofrece la moratoria social (característica de “la juventud”), son asimétricos y llegan a pocos.

Las trayectorias precoces, forzadas, son el día a día de adolescentes y jóvenes vinculados al Sistema de Responsabilidad Penal (SRPA). Más del 80% proviene de hogares de estratos 1 y 2, la mayoría no ha completado la secundaria, más de la mitad refiere desempleo en sus hogares. Las condiciones de vulnerabilidad de jóvenes, familias y entornos antes de ingresar al SRPA, son claras. Pero también lo son, el maltrato intrafamiliar, el abandono, la indiferencia, la ausencia de límites sanos y los modelos inapropiados. En ellos y ellas la vulnerabilidad tiene múltiples caras, la etárea, la socioeconómica y la psicosocial.

Si preguntamos a estos jóvenes su percepción acerca de las drogas, comprobaremos lo obvio.  Las drogas están allí como tabla de salvación. Muchos pensarán que lejos de serlo, es más bien lo que los hunde y probablemente se ahoguen.

La realidad es muy distinta. Nadie discute que lo mejor para sobrevivir a un naufragio es una balsa sólida y estable con suficientes provisiones para varios días pero, a veces, solo se cuenta con una tabla en medio de los restos de un naufragio. Sin ella la persona se ahogaría, inevitablemente, con ella emergen posibilidades de sobrevivir. Aunque precaria, insuficiente y peligrosa en sí misma, la tabla cumple una función. Lo mismo ocurre con las drogas.

Los relatos en torno a las drogas y su relación con el delito son bien conocidos, la evidencia indica que, en efecto, están conectados. Pero estos relatos también omiten lo obvio. Cuando un joven ha crecido en entornos donde la precariedad económica es la regla, la violencia y el delito se han naturalizado y las oportunidades escasean, las drogas se convierten en “oportunidad” para integrarse simbólica, económica e identitariamente. Trayectorias sin duda costosas para el 30% de jóvenes que ingresan al SRPA por delitos por drogas.

Como lo dijo Aberastury, la adolescencia se entiende y analiza desde un mundo adulto que mira al otro, pero que se mira muy poco a sí mismo. La disconformidad de la juventud y la rebeldía frente al modo de vida se expresa muchas veces en violencia, que a su vez responde a la violencia y a la dominación institucional (familiar/social). Cuando el equilibrio personal, la inclusión social y el desarrollo de capacidades son inciertos, se eleva la búsqueda de satisfactores y de identidad en conductas de riesgo que profundizan la vulnerabilidad y comprometen el desarrollo psicosocial.

El estado siempre hace presencia con su acción coercitiva, rara vez con su acción social, preventiva y transformadora en vecindarios y hogares en los que estos jóvenes crecen, abriendo con ello un abismo entre derechos y caminos de emancipación.

Vigilar y castigar no solo es la manera más simplista de contener la desviación sino la más perversa. La pregunta debería ser, en qué grado les ha fallado el estado cuando lo han necesitado y qué sensación les deja cuando  de alguna forma, –por lo general tardía e implacable– toca sus vidas. “Son violentos porque están desesperados”, decía Gandhi.

El intento por controlar el mundo interno del joven cuando se ha descuidado sistemáticamente, enfatizar en lo problemático y desconocer lo creativo y transformador, crea sufrimiento, quiebra puentes intergeneracionales, desvía y desconecta.

En la demanda de emancipación no está “el llegar a ser adultos”, sino los derechos y libertades necesarias como jóvenes y para ser jóvenes. En últimas se trata de ganar autonomía y recuperar el derecho a ser joven con mejor respuesta ante los riesgos y con capacidad fortalecida. Que nada les condene a un futuro de vulnerabilidad por el hecho de estar rodeados de ella. Como lo dijo Sen: “la libertad es producto de tener cómo y con qué elegir”.

Inés Elvira Mejía Motta
Consultora en política social, política de drogas y reducción de daños.