La otra esquina

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En mis primeros años ejerciendo el periodismo, hace aproximadamente dos décadas, el país vivía tiempos difíciles. Desde la redacción de la Revista Semana y Especiales Pirry, junto a otros jóvenes reporteros, nos tocó ayudar a cubrir la masacre de Bojayá, los años que siguieron a la masacre de El Salado, el atentado al Club el Nogal, atestiguar las masacres paramilitares en el Sur de Bolívar y documentar la guerra, que también se vivía, en las Faldas de la Popa en Cartagena y en los Altos de Cazucá en Soacha, Cundinamarca.

Fue a su vez una época afortunada al lado de grandes periodistas- personas comprometidas con la verdad que se convirtieron en nuestros maestros- a los que realmente les dolía el país y promovían el periodismo independiente, la rigurosidad y la reportería como premisas para hacer bien el trabajo. 

Eran tiempos tan turbulentos que, me atrevo a asegurar, nadie, ni los jóvenes ni los grandes, podíamos imaginarnos que algún día se firmaría un acuerdo de paz.

Cuando esto ocurrió, la mayoría ya no trabajábamos juntos, pero gracias a la amistad forjada en esas noches de cierres agónicos y portadas dolorosas, hablamos de nuevo y nos ilusionamos con contar, ahora, las historias que traería el posconflicto. 

Por la generosidad de este oficio pude volver a Bojayá, a El Salado, a San Pablo, Simití y Cantagallo, a las Faldas de la Popa y nunca me fui de Cazucá. Y en todos estos lugares encontré las historias que estábamos buscando encarnadas en víctimas dispuestas a perdonar y utilizar cualquier herramienta que los sacara del fango. Que les permitiera, como me lo dijo un campesino del bajo Baudó en una marcha que promovía la Ley de Tierras en Necoclí en 2013, “dormir una noche tranquilos”. 

Curiosamente, al arte y el deporte eran las estrategias más usadas lo que hizo todo más emocionante. Por poner un ejemplo, en 2018, junto a algunos de los periodistas que señalo, los que ahora son grandes y los más grandes, publicamos un libro con historias que demostraban cómo el fútbol era capaz de reunir víctimas y victimarios y convertirse en un escenario real de perdón y reconciliación. Contrario a lo que promueven algunos caudillos de turno, demostramos que el partido por el país no se puede seguir jugando en dos equipos. 

La ilusión siguió creciendo y cooperantes internacionales y entidades del Estado promovían en sus convocatorias recursos para proyectos periodísticos y artistas independientes que iluminaran este nuevo camino. Fue entonces, hace un par de años, cuando sentimos que ni el nuevo gobierno, menos partidario de esta ilusión, podría detenernos.

La Comisión de la Verdad, las marchas de 2019, la voz arriba de los millenials- que no eran tan apáticos y desentendidos como yo pensaba-  los espacios territoriales bien recibidos por las comunidades,  manifestaciones de paz en las tablas de obras de teatro y conciertos, la ilusión de una Copa América con barristas reconciliados- ellos también son la guerra y la reconciliación- nos hizo pensar que el 2020 sería nuestro año.

Y entonces llegó la pandemia y volvió a oscurecer la noche. En San Pablo siguieron las masacres; en Bojayá las escenas de desplazamiento parecen calcadas; En Carmen de Bolívar hay asesinatos a plena luz del día y en Cartagena y Cazucá se incrementó la guerra por las ollas de droga. Perdimos el impulso y el desempleo desvaneció  proyectos de artistas y periodistas independientes. Quedaba la opción de las convocatorias públicas pero secretarías, ministerios y canales estatales exigían como requisito trabajar temas relacionados con el Covid 19.

Y aunque es lógico documentar un momento histórico de la humanidad, ahora más que nunca es necesario continuar apoyando estrategias que quieran aportar a que este posconflicto sea menos sangriento y doloroso. Hoy más que nunca hay que volver abrir espacios para que la cultura, el deporte y el periodismo independiente demuestren su poder. Y no hablo desde al arte y el deporte y el periodismo en general, que muchas veces revictimizan y fraccionan, sino de  expresiones reales impulsadas por iniciativas civiles que han demostrado su capacidad de cohesión.

Mientras esto sucede, el próximo miércoles 23 de septiembre, desde la Fundación Tiempo de Juego, lanzaremos La Otra Esquina, un nuevo programa radial dirigido a jóvenes de Soacha y el Sur de Bogotá que tiene como objetivo velar por la juventud como una época innegociable de la vida. En la producción e investigación nos hemos encontrado con cientos de proyectos juveniles que, cansados de que les digan que son el futuro, quieren aportar al presente que vive el país desde sus acciones. En el primer programa, por ejemplo, contaremos la historia del Colectivo Arbitrio de la Universidad Pedagógica, quienes desde la xilografía trabajaron con las madres de Soacha para recordarnos que sus hijos también fueron jóvenes y felices y reafirmar que la memoria también se escribe con alegría.

En otra entrevista para el programa, el líder indígena juvenil Oscar Montero, quien perdió a su padre en una masacre en la Sierra Nevada afirmó: “Nosotros como jóvenes tenemos la responsabilidad de continuar el legado y la lucha de nuestros padres y otros jóvenes que se fueron en esta violencia que no acaba. No podemos permitir que nos roben la esperanza por más de que cada día amanezcamos y nos acostemos con una masacre. Yo creo que no podemos dejarnos llevar por el miedo sino seguir y juntarnos. Juntarnos como un tejido grande que nos ayude a protegernos y que nos ayude a gritarle al mundo que aquí estamos”.

Juntarnos en la esquina e insistir en que hay otras formas de lucha y nuevas historias por contar.

Nota

El próximo miércoles 23 de septiembre se lanza el Programa de Radio La Otra Esquina 
– Dirigido a Jóvenes de Soacha y el Sur de Bogotá
– Hora: 4:00 pm
107.4 FM
Radio Rumbo

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