Editorial – El Observador Noticias https://elobservadornoticias.com Periódico Virtual Wed, 30 Sep 2020 16:15:38 +0000 es hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.5.2 https://elobservadornoticias.com/wp-content/uploads/2019/06/cropped-Observador-ico-32x32.png Editorial – El Observador Noticias https://elobservadornoticias.com 32 32 La otra esquina https://elobservadornoticias.com/la-otra-esquina/ https://elobservadornoticias.com/la-otra-esquina/#respond Sat, 12 Sep 2020 18:29:42 +0000 https://elobservadornoticias.com/?p=2371

En mis primeros años ejerciendo el periodismo, hace aproximadamente dos décadas, el país vivía tiempos difíciles. Desde la redacción de la Revista Semana y Especiales Pirry, junto a otros jóvenes reporteros, nos tocó ayudar a cubrir la masacre de Bojayá, los años que siguieron a la masacre de El Salado, el atentado al Club el Nogal, atestiguar las masacres paramilitares en el Sur de Bolívar y documentar la guerra, que también se vivía, en las Faldas de la Popa en Cartagena y en los Altos de Cazucá en Soacha, Cundinamarca.

Fue a su vez una época afortunada al lado de grandes periodistas- personas comprometidas con la verdad que se convirtieron en nuestros maestros- a los que realmente les dolía el país y promovían el periodismo independiente, la rigurosidad y la reportería como premisas para hacer bien el trabajo. 

Eran tiempos tan turbulentos que, me atrevo a asegurar, nadie, ni los jóvenes ni los grandes, podíamos imaginarnos que algún día se firmaría un acuerdo de paz.

Cuando esto ocurrió, la mayoría ya no trabajábamos juntos, pero gracias a la amistad forjada en esas noches de cierres agónicos y portadas dolorosas, hablamos de nuevo y nos ilusionamos con contar, ahora, las historias que traería el posconflicto. 

Por la generosidad de este oficio pude volver a Bojayá, a El Salado, a San Pablo, Simití y Cantagallo, a las Faldas de la Popa y nunca me fui de Cazucá. Y en todos estos lugares encontré las historias que estábamos buscando encarnadas en víctimas dispuestas a perdonar y utilizar cualquier herramienta que los sacara del fango. Que les permitiera, como me lo dijo un campesino del bajo Baudó en una marcha que promovía la Ley de Tierras en Necoclí en 2013, “dormir una noche tranquilos”. 

Curiosamente, al arte y el deporte eran las estrategias más usadas lo que hizo todo más emocionante. Por poner un ejemplo, en 2018, junto a algunos de los periodistas que señalo, los que ahora son grandes y los más grandes, publicamos un libro con historias que demostraban cómo el fútbol era capaz de reunir víctimas y victimarios y convertirse en un escenario real de perdón y reconciliación. Contrario a lo que promueven algunos caudillos de turno, demostramos que el partido por el país no se puede seguir jugando en dos equipos. 

La ilusión siguió creciendo y cooperantes internacionales y entidades del Estado promovían en sus convocatorias recursos para proyectos periodísticos y artistas independientes que iluminaran este nuevo camino. Fue entonces, hace un par de años, cuando sentimos que ni el nuevo gobierno, menos partidario de esta ilusión, podría detenernos.

La Comisión de la Verdad, las marchas de 2019, la voz arriba de los millenials- que no eran tan apáticos y desentendidos como yo pensaba-  los espacios territoriales bien recibidos por las comunidades,  manifestaciones de paz en las tablas de obras de teatro y conciertos, la ilusión de una Copa América con barristas reconciliados- ellos también son la guerra y la reconciliación- nos hizo pensar que el 2020 sería nuestro año.

Y entonces llegó la pandemia y volvió a oscurecer la noche. En San Pablo siguieron las masacres; en Bojayá las escenas de desplazamiento parecen calcadas; En Carmen de Bolívar hay asesinatos a plena luz del día y en Cartagena y Cazucá se incrementó la guerra por las ollas de droga. Perdimos el impulso y el desempleo desvaneció  proyectos de artistas y periodistas independientes. Quedaba la opción de las convocatorias públicas pero secretarías, ministerios y canales estatales exigían como requisito trabajar temas relacionados con el Covid 19.

Y aunque es lógico documentar un momento histórico de la humanidad, ahora más que nunca es necesario continuar apoyando estrategias que quieran aportar a que este posconflicto sea menos sangriento y doloroso. Hoy más que nunca hay que volver abrir espacios para que la cultura, el deporte y el periodismo independiente demuestren su poder. Y no hablo desde al arte y el deporte y el periodismo en general, que muchas veces revictimizan y fraccionan, sino de  expresiones reales impulsadas por iniciativas civiles que han demostrado su capacidad de cohesión.

Mientras esto sucede, el próximo miércoles 23 de septiembre, desde la Fundación Tiempo de Juego, lanzaremos La Otra Esquina, un nuevo programa radial dirigido a jóvenes de Soacha y el Sur de Bogotá que tiene como objetivo velar por la juventud como una época innegociable de la vida. En la producción e investigación nos hemos encontrado con cientos de proyectos juveniles que, cansados de que les digan que son el futuro, quieren aportar al presente que vive el país desde sus acciones. En el primer programa, por ejemplo, contaremos la historia del Colectivo Arbitrio de la Universidad Pedagógica, quienes desde la xilografía trabajaron con las madres de Soacha para recordarnos que sus hijos también fueron jóvenes y felices y reafirmar que la memoria también se escribe con alegría.

En otra entrevista para el programa, el líder indígena juvenil Oscar Montero, quien perdió a su padre en una masacre en la Sierra Nevada afirmó: “Nosotros como jóvenes tenemos la responsabilidad de continuar el legado y la lucha de nuestros padres y otros jóvenes que se fueron en esta violencia que no acaba. No podemos permitir que nos roben la esperanza por más de que cada día amanezcamos y nos acostemos con una masacre. Yo creo que no podemos dejarnos llevar por el miedo sino seguir y juntarnos. Juntarnos como un tejido grande que nos ayude a protegernos y que nos ayude a gritarle al mundo que aquí estamos”.

Juntarnos en la esquina e insistir en que hay otras formas de lucha y nuevas historias por contar.

Nota

El próximo miércoles 23 de septiembre se lanza el Programa de Radio La Otra Esquina 
– Dirigido a Jóvenes de Soacha y el Sur de Bogotá
– Hora: 4:00 pm
107.4 FM
Radio Rumbo

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Con otros ojos https://elobservadornoticias.com/con-otros-ojos/ https://elobservadornoticias.com/con-otros-ojos/#comments Mon, 09 Sep 2019 00:03:56 +0000 https://elobservadornoticias.com/?p=440 [avatar user=”Andres Wiesner” size=”thumbnail” align=”left” /]

Por Andrés Wiesner
Director El Observador 

Hace 13 años comenzó el programa de artes Acompaña la Jugada. Y comenzó porque nos dimos cuenta de que algunos de los niños que asistían a los entrenamientos de fútbol de la Fundación Tiempo de Juego lo hacían solo por divertirse, por conocer a otros niños o en busca de un refrigerio, pero en realidad no les gustaba este deporte.

David Cetina fue uno de los primeros participantes de aquel programa de artes que, al igual que el de fútbol, buscaba que los niños y niñas de los altos de Cazucá aprovecharan su tiempo libre de manera productiva. Aunque David no podía hablar por un problema en sus cuerdas vocales, estoy casi seguro de que a él sí le gustaba el fútbol, pero también le gustaba pintar y leer con sus amigos. También estoy seguro de que asistía por el refrigerio.

A las 6:30 de la tarde del pasado 27 de diciembre de 2018, David fue asesinado en el barrio Julio Rincón de la Comuna 4 de Soacha. Contaba 19 años y una sonrisa que siempre lo acompañaba. Aunque nada de esto salió en los medios de comunicación, del móvil se sabe que fue una venganza entre bandas que buscan quedarse con el poder de los expendios de drogas y armas en Cazucá; que David poco o nada tenía que ver con el tema y que más bien querían hacerle daño a su hermano. Se sabe también que su asesino, de 14 años, le dijo: “salga a correr  David”, y luego le disparó dos veces por la espalda.  

………

Se cumplen 14 años desde que Tiempo de Juego empezó su trabajo en aquel sector, en la comuna 4 de Soacha. Un barrio creado por grupos de izquierda que comenzaban procesos de desmovilización y levantaron las primeras casas en los años 70. Dos décadas después, hacia los años 90, grupos de extrema derecha se asentaron en la zona para planear su ofensiva a Bogotá. 

Las consecuencias de este encuentro fortuito son el origen y la causa de su estigma. Son obvias las implicaciones. Sin embargo, y quizás con similitudes a lo que sucedió en Ruanda en la época de la amnistía, cuando víctimas y victimarios reiniciaron su vida habitando las mismas aldeas, poco a poco los habitantes de Cazucá fueron encontrando objetivos comunes y se vieron obligados a convivir y a dejar atrás las heridas del pasado. 

Me atrevería a afirmar que, en parte, fue a gracias a esto que la iniciativa de Tiempo de Juego fue bien recibida en la zona. Esas precarias escuelas de fútbol y arte no solo generaban en los niños y niñas una nueva manera de relacionarse, sino que permitieron a sus padres encontrar un escenario neutro en el que podían intercambiar ideas, recuperar algo de lo que habían dejado en sus regiones, sentir confianza por su vecino.

Colombia vivía entonces los peores años de la guerra, pero lo que pasaba en Tiempo de Juego enviaba algunos atisbos de esperanza. La comunidad se unió y nos guío para entre todos satisfacer las necesidades de sus hijos y tener de nuevo una oportunidad de soñar. De ser felices. 

Hoy, Colombia vuelve a vivir tiempos difíciles. Historias dolorosas e incomprensibles como la de David, más el rearme de algunos grupos, han comenzado a desvanecer las ilusiones que generó el proceso de paz. A esto se suma la innegable crisis mundial que ha generado el COVID19 que además, por causa del hambre y los fenómenos migratorios y de desplazamiento, pone una vez a Soacha al borde del abismo. 

Y aunque el dolor está presente en la Fundación por los sucesos recientes, sentimos que no es momento de tirar la toalla, ni de protestar ni de culpar a unos y otros. Estamos convencidos, por el contrario, de que es momento de ser más fuertes y creativos e intentar ser parte de la solución. De que debemos ser capaces de reescribir la historia de nuestros territorios y a través de nuevas narrativas generar espacios para recuperar la confianza.

Con ese propósito nace el portal web El Observador. Una iniciativa de jóvenes de Soacha y localidades del sur de Bogotá que, cansados del estigma, el señalamiento y la exclusión, quieren verse y pensarse diferente.

Participantes de las áreas de producción musical, producción audiovisual, publicidad y periodismo, cuatro de las actividades que ofrece hoy Acompaña La Jugada, son los protagonistas de esta plataforma. Ellos pretenden, sin desconocer la realidad, visibilizar el talento y las buenas noticias que suceden en las esquinas de sus barrios.

El Observador busca que estos jóvenes, guiados por reconocidos periodistas de nuestro país, encuentren en el periodismo digital y en las nuevas tecnologías un espacio para comenzar a construir su propia memoria. Un lugar donde a través de las letras, la imagen y la música se amplifiquen las buenas noticias, y logre así movilizarnos hacia a ese nuevo rumbo que todos estamos buscando. 

En nuestra primera edición, un especial de Diarios de la Pandemia al que invitamos a esas voces que parecen ser ignoradas cuando se escribe la historia para que nos contaran, desde lugares lejanos y casi que extraños entre sí, cómo se enfrentan a su día a día, cuáles son sus reflexiones y cómo sobrellevan esta pandemia que no le importa en dónde vivimos, cuánto tenemos, ni cuánto sabemos.

También, jóvenes del sur de Bogotá, Soacha, Magdalena y el sur del Cauca, algunos de ellos antes enemigos por dinámicas del conflicto social y armado de nuestro país y ahora colegas con un objetivo común, salieron a buscar las diferentes opciones que nos ofrece la cultura para empoderarnos y transformar positivamente a Colombia. 

Y esta primera edición también es dedicada a David, porque esta seguirá siendo nuestra manera de resarcir y protestar.

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